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Ante las circunstancias que hoy nos acompañan hemos de poner el acento en la labor importante y necesaria de la ‘nueva evangelización’. Podemos decir que ante momentos difíciles la misión se hace más urgente. Es no sólo una ‘nueva evangelización’ sino también una ‘nueva misión’. Los carismas que el Espíritu Santo envía hoy tienen unas características especiales para una época que está apresada por la masificación y la influencia de los medios de comunicación. La misión o se hace en comunión y fortaleciendo el ámbito comunitario o nos vemos impotentes ante la corriente tan fuerte que viene programada y estructurada por el materialismo o por el hedonismo. En las primitivas comunidades cristianas se advertía que quien, en su vida diaria, se sentía acosado por las tentaciones de todo tipo, el mismo ambiente comunitario lo libraba si se amparaba en él. Una de las flojeras que hoy sufre el cristiano es el individualismo y el personalismo. Obras Misionales Pontificias tiene la obligación de ayudar e impulsar, a todas las ‘comunidades eclesiales y cristianas’, a vivir el espíritu de la misión y siempre desde la raíz de la comunión fundamentada en Cristo y de la solidaridad expresión viva del amor de Cristo.
A nuevos tiempos, nuevo ardor, nueva dinámica y nuevos métodos. El Evangelio no se cierra en tiempos pasados, tan importante fue ayer como lo es hoy. El ser humano necesita la salvación de Cristo ayer, hoy y mañana. Se ha perdido la savia que da fuerza a la sociedad y se buscan remedios bajo la capa de cultura. Se intenta marginar lo religioso e incluso se lo considera un peligro para la sociedad. Nos hallamos ante el diálogo con las demás denominaciones cristianas y las otras religiones. Para dar respuestas muchos piensan que lo mejor es meter a todas en una ‘turmi’ y de lo que salga eso es lo que debe predominar como religioso. La regulación de la sociedad viene marcada por las directrices y normas de los Parlamentos que legislan con un absolutismo tal que no tienen presente ni los principios de la ley natural y menos la moral o ética. Ante esta situación el ardor misionero debe ser mayor y el Evangelio -como la luz encima del celemín- debe brillar. No podemos quedarnos agachados y agazapados en lo oculto de nuestras comunidades sino que tenemos que anunciar con valentía el Evangelio de Jesucristo. Una nueva misión en la nueva evangelización.
El Papa Francisco nos recuerda la importancia de que “cada hombre y mujer es una misión, y esta es la razón por la que se encuentra viviendo en la tierra. Ser atraídos y ser enviados son los dos movimientos que nuestro corazón, sobre todo cuando es joven en edad, siente como fuerzas interiores del amor que prometen un futuro e impulsan hacia adelante nuestra existencia. Nadie mejor que los jóvenes percibe cómo la vida sorprende y atrae” (Mensaje del Santo Padre Francisco para la Jornada Mundial de las Misiones 2018, Junto a los jóvenes, llevemos el Evangelio a todos). Hace unos años hubo un lema con motivo de la Infancia Misionera que se formulaba: ‘Contigo el mundo sonreirá’. Creo que la labor fundamental de los cristianos es la de hacer felices a los demás y ésta se manifiesta cuando sonreímos. La sonrisa es el destello de luz de la alegría y felicidad que habita dentro de nosotros. Por una parte, el mundo está llamado a esperar y a sonreír, a gozar de la «gloriosa libertad de los hijos de Dios» (Rom 8,21) o experimentar lo que dice el evangelista San Juan: «Se alegrará vuestro corazón y vuestra alegría nadie os la podrá quitar» (Jn 16,22). Sin embargo, nuestro mundo no sonríe, no es feliz porque le faltan una serie de condicionantes esenciales.
Que el mundo no sonríe y está falto de esperanza es fácil demostrarlo. Basta que escuchemos las noticias de los medios de comunicación para deducir inmediatamente que en el mundo falta la sonrisa, la alegría, la paz, la armonía, la unidad, la amistad… No hay día que no nos despertemos con alguna noticia desagradable de guerras, actos terroristas, violaciones de los derechos humanos, hambre, violencia, secuestros, asesinatos, malos tratos… Nuestro mundo no sonríe, no puede sonreír mientras se halle en esta situación. Pero, en el fondo de todo hay otro problema más grave aún, es que nuestro mundo está alejado de Dios, no goza del amor e intimidad de Dios. Unos por desconocimiento, otros por indiferencia, otros por el materialismo, otros por falta de compromiso… lo cierto es que, en muchas personas e instituciones, Dios, la fe, los valores están muy en baja. ❏

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