¿Las fiestas devaluadas?
Cuando se habla de fiestas nos sentimos muy bien anímicamente puesto que festejar o vivir en fiesta es muy humano. La alegría es un signo de humanismo sano y si, además, se hace con gozo es mucho más humano. Pero ocurre que –muchas veces- se confunde con el jolgorio “a tope” y el salirse de las reglas propias que motivan la alegría, el estar bien y la paz. – y popular. La fiesta alegre lleva a considerar que los festejos son necesarios para gozar de la armonía entre las gentes. La fiesta, si observamos, se sostiene siempre en la experiencia o testimonio de Jesucristo, la Virgen o los Santos. La fiesta es religiosa en su esencia pero, muchas veces, en los festejos se convierte en pagana. No es de buen gusto las aberraciones que puedan darse y que se deslizan con frecuencia como un ingrediente horroroso en la fiesta.
Durante el verano hay muchos eventos religiosos que hacen presente las motivaciones sanas para llevar adelante lo que caracteriza de verdad la fiesta. Pensemos en las romerías, procesiones, peregrinaciones… a nuestros lugares de culto como son las ermitas, basílicas o parroquias. Es impresionante comprobar la gran devoción que nos han legado nuestros mayores. Por el bien de los fieles se siguen manifestando estos actos religiosos. Pero a veces ocurre que se fomentan más las fiestas profanas y los festejos, las buenas comidas y los fuegos artificiales, que al final se pueden convertir en el único espíritu de la fiesta. Y puesto que esto ocurre se deberían, en el ambiente normal de la fiesta, fomentar las relaciones personales gozosas y los discursos populares para promover los auténticos valores que vienen expuestos en aquellos a los que se venera y favoreciendo los festejos donde nadie se sienta excluido.
A veces estas fiestas se pueden convertir en alborozo superficial o incluso en libertinaje para probar de todo venga de donde venga. No hay criterios sino falaces ilusiones que a la postre traumatizan y amargan la propia existencia. Han aumentado mucho los barbitúricos, las bebidas y los impulsos activos de las bajas pasiones. Esto no favorece a nadie puesto que la fiesta debe humanizar y recrear el gozo de pertenecer a una sociedad donde los valores serán mucho más efectivos anímicamente que los contravalores. Así como la luz y las tinieblas son incompatibles de igual manera no puede haber auténtico sentido humano entre los festejos normales y las juergas incontroladas que nada tienen que ver con la autenticidad de la sana fiesta.
La misma Palabra de Dios nos ayuda a comprender el sentido de la fiesta. Ya desde el comienzo del Pueblo de Dios se invitaba a “santificar las fiestas”. Este mandamiento de la ley de Dios, se encuentra incluido en los Diez Mandamientos que nuestro Señor entregó a Moisés en el monte Sinaí. En dicho mensaje, hace referencia a las celebraciones en su honor. Por ello, cuando la Biblia nos habla de fiestas, se refiere a las solemnidades religiosas para rendir culto a Dios. Y esto se ha ido desarrollando de generación en generación hasta nuestros días. Si uno observa las fiestas que celebramos durante este tiempo, todas hacen referencia a lo religioso. La finalidad de las mismas, tienen como esencia, el compartir con alegría la hermandad y la familia. Nos preguntamos: ¿Las fiestas se han devaluado? ¿Conviene fomentar mucho más la convivencia auténtica? Que vivamos estos momentos festivos con sana alegría y gozo para que las fiestas nos hagan más hermanos. ❏