En el proceso de la experiencia humana nos podemos topar ante circunstancias muy dolorosas que nos asaltan con gran sorpresa. Estos momentos confunden nuestra razón limitada y hasta confundida que no entiende el sobresalto de una enfermedad, de un accidente mortal, de una pérdida de los sentidos como el alzheimer, de una violencia agresiva que conlleva la muerte… Son situaciones que nos llevan a la consternación y al dolor que no se comprende. Y por muchas vueltas que dé la razón no llega a entender. Por más vueltas que damos a nuestros raciocinios no logran iluminarnos y no responden a tantos interrogantes. Nos quedamos con un gran vacío interior que desespera y se enrabieta. Es lo más duro de la vida puesto que la lleva por caminos y situaciones insospechadas y dolorosas.
¿Habrá alguna respuesta que podamos conseguir en estos momentos? La hay y sabemos que sólo Dios puede regalárnosla y es la respuesta de Jesucristo en el momento más duro de la Cruz: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mc 15, 34). Este grito sigue resonando en todos los sufrimientos de la humanidad. La desesperanza se convierte en un rechazo a Dios echándole en cara tal situación dolorosa que no ha solucionado. Muchos le tachan de cruel porque no conoce el dolor ni el sufrimiento. Pero esto no ocurre en Dios, la segunda Persona de la Trinidad, que se ha encarnado en Jesucristo y ha gritado su Abandono. Es más ha atraído sobre sí todos los dolores y sufrimientos de la humanidad de todos los tiempos. “Yo, cuando me levanten de la tierra, atraeré a todos hacia mí” (Jn 12, 32). Como una esponja ha asumido sobre sí todo dolor, sufrimiento y pecado.
Hay un texto que siempre me ha impresionado y es de una poeta, Paul Claudel, que dice así: ”Si Dios ha sufrido de esta manera… Todavía quedan algunas nebulosidades. Pero al menos, hay algo que jamás podremos decirle a Dios: ¡No conociste el sufrimiento! Y es que Dios no ha venido a suprimir el dolor, ni siquiera a explicarlo. Pero sí que ha venido a llenarlo con su presencia. Por eso no digas nunca: ¿El sufrimiento existe? Luego Dios no. Di más bien: Si el sufrimiento existe y Dios ha sufrido… ¿qué sentido le ha dado al sufrimiento?” Alivia esta reflexión y, al mismo tiempo, pondera la entrega de Jesucristo por cada uno de nosotros. Se oye decir que después de haber padecido un desengaño o un dolor o una calamidad lo mejor es abandonar la fe y no creer en Dios.
Ésta es una postura negativa y de actitud presuntuosa. Nadie está más cercano a nosotros que Dios. Ya decía San Ignacio de Loyola: «No hay leña tan a propósito para encender y conservar el rescoldo del amor de Dios como la madera de la Cruz”. Desde ella se entiende todo, porque Jesucristo ha asumido sobre sí todo lo que nos sucede. De ahí que San Pablo dirá: ”¡Que yo nunca me gloríe más que en la Cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo!” (Gal 6, 14). La Cruz de Cristo, lejos de ser una locura, es la fuerza y la sabiduría de Dios.
Ante el dolor y el sufrimiento nos sentimos consternados pero no desesperanzados porque: ”Cuando me sobrecoge el temor de Dios, la Cruz es mi protección; cuando tropiezo, mi auxilio y mi apoyo; cuando combato, el premio; y cuando venzo, la corona. La Cruz es para mí una senda estrecha, un camino angosto; la escala de Jacob, por donde suben y bajan los ángeles, y en cuya cima se encuentra el Señor” (Autor anónimo). Si vamos analizando, la historia o biografía de los santos, encontraremos este modo de pensar y de vivir. Para la santidad no hay otra alternativa. Sigamos manifestando que no hay dolor sin el amparo de la Cruz. No hay sufrimiento sin el abrazo de la Cruz. Y no hay realización humana sin la fuerza de la Cruz. ❏

Comparte este texto en las redes sociales
Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Ver
Privacidad