Queridos diocesanos:

En la proximidad de la Navidad, deseo acercarme a cada uno de vosotros y celebrar, llenos de alegría, el misterio de la cercanía de Dios a los hombres, revelada en el niño-Dios que adoramos en Belén en estos días, junto con María y José, los ángeles, los pastores, y los Reyes llegados de países lejanos.

El Verbo, en su encarnación, se ha unido en alianza con todos nosotros y ha inundado de luz nuestro mundo. No estamos solos. ¡Alegrémonos!

La Navidad nos recuerda el acontecimiento más grande de la historia: Dios hecho hombre nace en una gruta de los alrededores de Belén. Es el misterio del amor y la ternura divinos. No hubo lugar para Él. Dios, que se hace niño por amor a la humanidad, comienza encontrando el rechazo a su amor. Solo María y José atienden al Niño necesitado en el pesebre. Bendicen a Dios con los ángeles y acogen a los humildes pastores. Precisamente el humilde descubre a dios, y Dios se le manifiesta. Los corazones humildes se abren para que haga morada en ellos. Es preciso dejarse transformar interiormente por Aquel que ha entrado en nuestra humanidad.

En la Nochebuena de 2014 nos decía el papa Francisco: “Cuando nos damos cuenta de que Dios está enamorado de nuestra pequeñez, que él mismo se hace pequeño para propiciar el encuentro con nosotros, no podemos no abrirle nuestro corazón y suplicarle: Señor, ayúdame a ser como tú, dame la gracia de la ternura en las circunstancias más duras de la vida, concédeme la gracia de la cercanía en las necesidades de los demás, de la humildad en cualquier conflicto” (24.12.2014)

La Navidad es la respuesta al deseo más íntimo y arraigado del corazón humano: el anhelo de ser salvado, de ir más allá de los propios límites, de vencer la debilidad experimentada a veces con tanta intensidad, de derrotar el pecado en cualquiera de sus formas, de superar los elogios y vencer la violencia, de impedir y reparar las injusticias flagrantes de nuestro mundo.

Navidad no pertenece al pasado sino que es una realidad presente. El Nacimiento de Jesús afecta e impregna toda la historia, sigue siendo también hoy una realidad y está destinado a todos. A nosotros, los creyentes, la celebración de la Navidad nos renueva la certeza de que dios está realmente presente con nosotros, está cercano a todos. Tenemos que volver a sentir en el silencio del corazón el anuncio jubiloso de los ángeles: “Hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor”. Empezamos a entender la Navidad cuando descubrimos que ese “hoy” transciende el tiempo, quiere hacerse realidad en cada corazón, en cada familia, en nuestra sociedad.

Os felicito a todos vosotros, a vuestros seres queridos, a todos los fieles diocesanos. Al experimentar la alegría de la llegada del mesías-Redentor, os deseo a todos, junto a María, nuestra Madre, y a San José una muy: ¡Feliz Navidad!

 

Mons. Francisco Pérez González,

Arzobispo de Pamplona-Tudela

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