Ante el fallecimiento del Papa Benedicto XVI no puedo por menos que dar gracias a Dios por su entrega generosa y fiel a Cristo y a su Iglesia. Con su talante sencillo se le veía pasear, cuando era cardenal, por las calles del Vaticano. Vivía en un piso sencillo y comía frecuentemente en el restaurante cercano a su casa. Más de una vez le pude saludar y sus expresiones de alegría y cercanía me admiraban. De ahí entiendo que, cuando fue elegido Papa, lo primero que dijo fue: “Los cardenales han elegido a un simple y humilde trabajador de la viña del Señor. El hecho de que el Señor puede trabajar y actuar incluso con medios insuficientes me consuela, y sobre todo me encomiendo a vuestras oraciones”.

No cabe duda que en su experiencia humana y cristiana se sustentaba profundamente y alimentaba de la oración de donde emanaba su alegría y ,aún mas, de donde surgía una corriente teológica que se convertía en una luz brillante en escritos maravillosos: “Aprendemos a permanecer tiempo delante de Dios, del Dios que se reveló en Jesucristo; aprendamos a reconocer en el silencio, en lo más íntimo de nosotros mismos, su voz que nos llama y nos reconduce a la profundidad de nuestra existencia, a la fuente de la vida, al manantial de la salvación, para llevarnos más allá del límite de nuestra vida y abrirnos a la medida de Dios, a la relación con él, que es Amor Infinito”.

Aún recuerdo la primera visita “Ad Límina” que hice al Papa Juan Pablo II, en el año 1996, cuando el cardenal Ratzinger era Prefecto de la Congregación de la Fe, y tuvimos un grupo de obispos un encuentro con él por una tarde. Estaba rodeado de dos expertos teólogos en Derecho Canónico y en Teología Dogmática. A cualquier pregunta que presentábamos, lo primero que hacía era consultar a los expertos y al final el cardenal hacía una síntesis espléndida. Me conmovía ver tanta sabiduría y respuestas tan luminosas. Sus escritos reflejan tal lucidez que se van leyendo con avidez y en ellos muchos han encontrado el comienzo de su conversión a la fe católica: “El hombre no es Dios, sino su imagen y por eso debe tratar de ser más sensible a la presencia de Dios en lo que le rodea. El ser humano solo será capaz de respetar a las criaturas si en su espíritu conserva un sentido pleno de la vida. Si no es así, llegará a despreciarse a sí mismo y lo que le rodea, y a no respetar el medio ambiente en el que vive, la creación”. En su síntesis teológica espiritual afirma que “un humanismo sin Dios, es un humanismo inhumano”. Son los que encuentran en Dios su única razón de vivir y existir.

En el año 2010 siendo ya papa Benedicto XVI tuve la oportunidad de presentarle la labor de los misioneros españoles y la gran evangelización que realizan. Yo entonces era director de Obras Misionales Pontificias y fue durante una de las audiencias de los miércoles en la que Papa expuso su catequesis. Al finalizar pude hablar con él y le ofrecí la Colecta de todos los españoles a favor del Domund. Él me dijo: “Siga adelante y lleve el Amor de Dios a todos”.

Estuve también presente cuando nos anunció su renuncia en el ejercicio y servicio como papa, en la plaza de San Pedro, el día 11 de febrero de 2013. Se convertía  así en el primer papa en renunciar después de Gregorio XII en 1415. Hacia 598.

A pesar de su retiro y con la sencillez con la que ha vivido estos años me ha admirado el gran espíritu con el que vivía la fe y el arrojo de cómo la debíamos vivir: “Con todo, las persecuciones, a pesar de los sufrimientos que provocan, no constituyen el peligro más grave para la Iglesia. El daño mayor, de hecho, lo sufre por lo que contamina la fe y la vida cristiana de sus miembros y de sus comunidades. Corrompiendo la integridad del Cuerpo místico, debilitando su capacidad de profecía y de testimonio, empañando la belleza de su rostro”.

Pero hay algo que me ha hecho descubrir el sentido de profecía en el papa Benedicto XVI defendiendo la verdad, la justicia, el amor y la misericordia. La vida social no se puede sostener  cuando se vive en la mentira o en lo contrario a la verdad que es el relativismo. Afirma: “Se va constituyendo una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que deja sólo como medida última al propio yo y sus apetencias”. Si la religión se excluye del ámbito público -por caer simpáticos al relativismo– se excluye el encuentro entre las personas y su colaboración para el progreso de la humanidad.

Concluyo dejando unos trazos del testamento espiritual que nos ha regalado el papa emérito Benedicto XVI –fechado el 19 de agosto del 2006-: Doy gracias a Dios mismo, dador de todo bien…incluso los tramos oscuros y fatigosos de este camino fueron para mi salvación. Doy gracias a mis padres, que me dieron la vida en una época difícil…La lúcida fe de mi madre nos enseñó a los niños a creer…doy gracias a Dios por muchos amigos, hombres y mujeres, que siempre ha puesto a mi lado…Rezo para que nuestra tierra siga siendo una tierra de fe y os lo ruego, queridos compatriotas: no os dejéis apartar de la fe…A los que he hecho daño de alguna manera, les pido perdón de todo corazón… A todos ¡Manteneos firmes en la fe!

 

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