Body language concept. Young woman in yellow hoodie with dreadlocks holds one hand on her heart, expresses sincere emotions by smiling, appreciates help and warm words. Gesture please.

Es curioso constatar que muchas veces estamos preocupados en demostrar realidades que ya se muestran por sí mismas: La luz se muestra, no se demuestra. Es decir que para definir que la luz existe no la he de demostrar, basta con mostrarla. El mismo apóstol Santiago nos dirá: “Ya veis que el ser humano queda justificado por las obras y no por la fe solamente… Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta” (St 2, 24-26). La fe sin obras es estéril. La fe que justifica necesariamente florece en buenas obras. Basta que miremos las experiencias de muchas personas que convencen con su ejemplo más allá de sus argumentos. Hay pasajes en los que Jesucristo reprocha a los suyos diciéndoles que ya se ha mostrado y ellos buscan una demostración. “Felipe le dijo –Señor, muéstranos al Padre y nos basta. –Felipe, le contestó Jesús: ¿tanto tiempo como llevo con vosotros y no me has conocido? El que me ha visto a mí ha visto al Padre; ¿Cómo dices tú: ¡Muéstranos al Padre!? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí?” (Jn 14, 8-11). El que se muestra no necesita argumentos para demostrarse.
He leído la experiencia de una joven que, por sus limitaciones psicológicas, asistía a su psicóloga y dice así: “Hace un par de años estaba en sesión con mi psicóloga, desahogándome y explicándole por qué yo tenía la razón de sentirme y estar mal. Claro, todo lo hacía en mi papel de: ¡Pobrecita yo! Cuando terminé de hablar, ella me preguntó con una gran serenidad: Yoli, ¿Tú sabes la diferencia entre demostrar y mostrar? Yo no lo sabía, pensaba que era lo mismo. Entonces la psicóloga me hizo ver que DEMOSTRAR lleva ese componente de probar algo a través de argumentos o de reflexiones. En cambio, MOSTRAR lleva transparencia, es hacer evidente sin tanto esfuerzo lo que somos”. Es un buen testimonio que nos abre a la experiencia de la sinceridad que no se oculta sino que es clara y transparente.
Sabemos por experiencia que cuando uno se escuda en DEMOSTRAR generalmente esto supone mucho esfuerzo para tratar de hacer que la otra persona se admire y lleva como consecuencia complacer a los demás sea como sea. Dejamos al lado la apertura sincera y nos escudamos en aquello que emana falazmente de nuestros argumentos para ser aplaudidos. Sin embargo hemos de pensar en quiénes somos, lo que deseamos y queremos sinceramente correspondiendo a lo más auténtico que hay en nuestro interior: el amor y el testimonio sincero. La sociedad, muchas veces, nos impone llenar unas expectativas que no tienen fundamento porque son como nubes sin consistencia. En definitiva queremos demostrar que somos fenomenales y lo afirmamos con los mejores argumentos que surgen como auto afirmación de uno mismo.
En cambio MOSTRAR es abrir el corazón y afirmar con sencillez: ¡Esto es lo que soy y esto es lo que siento profundamente! Jesucristo nos va enseñando con su ejemplo y con sus enseñanzas a tener un corazón abierto y humilde: “En aquella ocasión se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: -¿Quién piensas que es el mayor en el Reino de los Cielos? Entonces llamó a un niño, lo puso en medio y dijo: – En verdad os digo: si no os convertís y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos. Pues todo el que se humille como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos” (Mt 18,1-4). No cabe duda que este gesto de Jesucristo es la mejor enseñanza para comprender que mostrarse con transparencia y dignidad conlleva la humildad. Esto nos hace auténticos. Así afirmaba San Agustín: “Si me preguntáis qué es lo más esencial en la religión y en la disciplina de Jesucristo, os responderé: lo primero la humildad, lo segundo la humildad y lo tercero la humildad” (Epistollae, 118,22). Jesucristo no se empeñó en ser comprendido sino en despertar en cada persona la conciencia de que Él está dentro del corazón humano. Su presencia siempre es una inspiración y se muestra sin más. De ahí que no necesite demostrarse porque Dios se muestra con transparencia y nos invita que así le imitemos. ❏

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