San Joaquín y Santa Ana confían en la fe y el amor de Dios

Homilía del 26 de julio, en la Catedral de Tudela, con motivo de la fiesta de San Joaquín y Santa Ana

 

Hoy Tudela se viste de fiesta para celebrar a San Joaquín y a Santa Ana. Son momentos importantes para saborear la fe que hemos recibido, como don, del Señor. Ellos confían en la fe en Dios y en su amor. Es algo muy importante en estos tiempos que vivimos, donde se puede perder por fijarnos demasiado en nosotros mismos, la confianza en Dios y en la fuerza de su amor. Pensemos en ciertas formas de vida que no llenan el corazón del ser humano; son estilos de vida vacíos puesto que en aquello que se afianzan y sostienen no logran llenar las ansias del corazón. El amor lo ha depositado el Señor en nosotros y por eso decimos que estamos creados por amor y al amor nos llama. Somos imagen de Dios porque podemos amar. Y esto es lo que colma el corazón de gozo y alegría.

San Joaquín y Santa Ana así lo vivieron. Cuenta la tradición que los vecinos –donde vivía San Joaquín- se mofaban de él porque no tenía hijos. Entonces, el santo se retiró cuarenta días al desierto a orar y ayunar, en tanto que Santa Ana (cuyo nombre significa “gracia”) se quejaba y se lamentaba por su situación. Un ángel se le apareció y le dijo: “Ana, el Señor ha escuchado tu oración: concebirás y darás a luz. Del fruto de tu vientre se hablará en todo el mundo”. A su debido tiempo nació María, quien posteriormente fue la Madre de Dios. Esta confianza hizo posible lo que para ellos era imposible. Santa Ana fue tan admirable por las muchas gracias que Dios le concedió y todo ello porque en Él confió.

Alguien me puede objetar y decirme que ahora estamos en otros momentos y tiempos distintos y que la ciencia ha avanzado mucho. Y al mismo tiempo se suele afirmar que el ser humano tiene mayores posibilidades de valerse por sí mismo sin intervención de nadie porque la humanidad ha salido del “oscurantismo del pasado a la luz del progresismo y libertad”. Incluso se llega a afirmar que el Dios que se ha predicado durante siglos fue una invención de una cultura pobre y sometida a los mentores que engañaban a la gente y al pueblo. La respuesta justa, ante tales objeciones, se basa en la fe de aquellos que confiaron en el Dios de la vida y que el Hijo de Dios manifestó con su entrega generosa el auténtico humanismo que tiene sus raíces en el Dios providente que salvó al ser humano de la esclavitud y del pecado.

El ser humano por mucho que lo pretenda nunca conseguirá, por si mismo, salir de la opresión y servilismo de su limitación. Quien orienta su vida desde la trascendencia basada en la fe y amor de Dios consigue salir de las angustias existenciales, de las amarguras y de las decepciones vitales. Un humanismo que se basa en la afirmación del amor a Dios, se convierte en un humanismo auténtico. El estilo de vida en San Joaquín y Santa Ana así lo confirman. Se hubieran hundido ante tantas dificultades pero, a pesar de ellas, confiaron en Dios y Dios fue generoso con ellos. Si se hubieran fiado de sí mismos hubieran cosechado frutos amargos o mejor dicho no hubieran cosechado nada. El evangelio nos lo ha recordado cuando nos pone al sembrador (es Dios) que deposita la semilla y si la simiente cae entre piedras, o zarzas o al borde del camino nunca vendrá la cosecha, sin embargo lo que “cayó en tierra buena” (Mt 13, 9) dio fruto y añade “el que tenga oídos, que oiga” (Mt 13, 9b).

Si nos damos cuenta -en todas las fiestas populares- se tiene como valedores y patronos: a Jesucristo, a María y a los Santos. De ahí que hoy tengamos como ejemplos, para nuestras vidas, a San Joaquín y Santa Ana, padres de María y abuelos de Jesucristo. Y al mismo tiempo que nos ayudan a mirar con ilusión y alegría en nuestras vidas, les tenemos como ejemplo y testimonio de abuelos. Ellos dos –considerados santos patronos de los abuelos- fueron personas de profunda fe y confianza en las promesas de Dios. Ambos educaron a su hija Santa María en la fe del pueblo de Israel, alimentando en ella el amor hacia el Creador y preparándola para su misión. Es a través de ellos como María se suma a esa porción del pueblo escogido que espera la llegada del Salvador de la humanidad: Jesucristo.

Hoy también junto a esta fiesta tan entrañable que se celebra en Tudela, en la Ribera, celebramos y recordamos a San Joaquín y a Santa Ana como patronos de los abuelos. Así nos lo recuerda el Papa Francisco: “Los abuelos y los mayores son el pan que alimenta nuestras vidas. Estemos agradecidos  por sus ojos atentos, que se fijaron en nosotros, por sus rodillas, que nos acunaron, por sus manos, que nos acompañaron y alzaron, por haber jugado con nosotros y por las caricias con las que nos consolaron. Por favor, no nos olvidemos de ellos. Aliémonos con ellos. Aprendamos a detenernos, a reconocerlos, a escucharlos. No los descartemos nunca. Custodiémoslos con amor. Y aprendamos a compartir el tiempo con ellos. Saldremos mejores. Y, juntos, jóvenes y ancianos, nos saciaremos en la mesa del compartir, bendecida por Dios”. Bien podemos afirmar: ¡Qué precioso es el valor de la familia, como lugar privilegiado para transmitir la fe y el amor de Dios y los abuelos son depositarios y con frecuencia testimonio de los valores fundamentales de la vida!

¡Feliz día de San Joaquín y Santa Ana!

¡Feliz día de todas las familias tudelanas y feliz día de los abuelos!

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