Queridos hermanos y hermanas de la Iglesia de Pamplona y Tudela: Comienzo mi relación epistolar con todos vosotros. Y lo hago con la carta semanal que quiere ser una carta desde la caridad, desde el amor. Todas las cartas serán “Cartas desde la caridad”. Harán referencia al amor y a la caridad. Mi lema epistolar, el que me va a acompañar en todo mi ministerio, cada día me lo recuerda: “Si no tengo amor, no soy nada” (1Cor. 13, 2). ¿Por qué este lema?, porque estoy enamorado del himno a la caridad. En mi ministerio sacerdotal, antes de venir a Pamplona, trabajé en una realidad social donde hacía falta mucho amor, mucha solidaridad y mucho evangelio comprometido. No se puede trabajar por los pobres sin amor, no se puede descubrir el rostro de Dios en los pobres sin amor, “cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis” (Mt. 25, 40). Por eso doy gracias a Dios por haberme permitido entregarme por los pobres, y así dar sentido a mi vida de consagrado.
Mi vida siempre ha querido ser una entrega de amor sin medida, una vida desgastada por el amor. Y eso es lo que quiere ser mi vida aquí en la Iglesia de Pamplona y Tudela. Porque “la más grande es el amor” 1Cor. 13, 13). Creo que he hecho una buena opción, he optado por la más grande, por el amor. Me he llevado la mejor parte, la del amor. Me siento orgulloso que todo mi ministerio sacerdotal esté repleto de pequeños gestos de amor diario que daban sentido a mi ministerio pastoral. Y este lenguaje lo entiende todo el mundo. Todos amamos, todos queremos, pero todos necesitamos que nos quieran, que nos amen, que nos perdonen. El amor es el mayor sentimiento que tenemos las personas. Recordemos lo que decía San Juan de la Cruz, “El alma que anda en amor ni cansa, ni se cansa” (Dichos de amor y de luz, 96). El amor nos mantiene vivos, nos mantiene viva la esperanza. Amar no cansa, amar plenifica. “El amor se manifiesta precisamente más allá de la propia conveniencia, cuando se da todo sin reservas” (Papa Francisco, 18 noviembre 2018). Amar es una donación generosa en favor del otro que lo está pasando mal, que se está hundiendo. Amar es sin condiciones, sin reservas.
Vengo a Navarra a vivir el amor en primera persona. A entregarme por cada persona que habita en nuestra tierra, sea creyente o no creyente. Vengo a hacer realidad mi lema, porque ¿si no amo, qué sentido tiene mi presencia en esta iglesia de Pamplona y Tudela? El Cardenal D. Juan José Omella me dijo en la homilía el día de mi ordenación: “No olvides que eres Arzobispo de todos los habitantes de esta Archidiócesis de Pamplona y Tudela, no solo de los católicos. No te dejes encerrar en las preocupaciones internas de la Iglesia, sino escucha atentamente los anhelos de nuestra sociedad, en particular el clamor de los más pobres” (Homilía 27-1-2024). El amor en el que yo creo es un amor sin medida, sin condiciones, y mucho menos sin distinciones personales. A todos, los de aquí y a los que han llegado de fuera, creyentes y no creyentes. Un amor para todos y con todos. El amor que quiero vivir en Pamplona y Tudela es aquel que me obliga a levantar la mirada y ver al otro, ver sus necesidades, sus urgencias. Me lleva a salir de mí mismo para dar protagonismo al otro, al que está a mi lado. Amar es mirar a lo lejos y descubrir a mis hermanos necesitados. Amar es pensar en el otro, humanizar y dignificar su vida, como rostro del mismo Dios que sufre, siendo un día extranjero, otro día enfermo, otro día sin hogar, otro día en la cárcel, otro día hambriento. ❏

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