Peregrinación a Ágreda

Cargados con sus mochilas, con lo necesario para cualquier eventualidad y sus agradecimientos y peticiones a la Virgen, salieron de Fitero una treintena de vecinos de la localidad, de diferentes edades, camino de Ágreda. Les esperaba una dura y fría noche. 34 kilómetros separan Fitero de Ágreda. Después del esfuerzo y el cansancio llegó la recompensa, porque allí estaba la Virgen de los Milagros recibiendo a todo aquel que andando, en coche o en bici se acercaba para verla. La Iglesia estaba llena. ¿Por qué? y ¿para que venimos? eran las preguntas que nos hacía el sacerdote en la homilía. Unas preguntas que a mí me hicieron reflexionar. Unos por salud, otros por trabajo, los más jóvenes a lo mejor por mera diversión. Muchos son los motivos, pero el más importante es que buscamos lo que las cosas materiales no nos pueden dar, la felicidad y la paz con uno mismo, que es lo que uno siente cuando, delante de la Virgen, llámese de los Milagros o Barda, le decimos como ella misma dijo al Señor: Aquí estoy Señor y Virgen Madre mía para hacer tu voluntad.

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