Peregrinación a Roma

El pasado 12 de julio, 150 jóvenes partieron desde Tudela a Roma

El 12 de Julio unos 150 jóvenes partimos desde Tudela con destino a Roma; nos convertíamos en peregrinos de Roma. Yo estaba ilusionada. Cuando mi madre me comentó que se había organizado una peregrinación a Roma, no lo dudé: “apúntame mamá”. Siempre he disfrutado mucho en otras peregrinaciones, la gente te cuida mucho, y uno vuelve a casa fortalecido desde el corazón.

Con lo cual emprendimos rumbo Roma en tres autobuses, haciendo nuestra primera parada en Niza, una preciosa cuidad en la francesa “Côte d’Azur”. Tras viajar durante toda una noche, todos esperábamos llegar a nuestro alojamiento, dejar nuestras maletas y darnos un chapuzón en el mar. Sin embargo, hubo un cambio de planes que implicaba que teníamos que dejar nuestras maletas en el bus. Consecuentemente, hubo un despliegue de 150 maletas a lo largo del paseo marítimo de Niza para meter en nuestras mochilas de mano las pertenencias que íbamos a necesitar para esa noche y el día siguiente. La escena fue un tanto graciosa: uno miraba al frente y solo veía maletas y más maletas abiertas a lo largo del paseo al lado de la playa. Más adelante se nos comunicó que tampoco tendríamos duchas, así que tras comer en un parque, todos aprovechamos para bañarnos en la playa. Para mí, este día fue quizás uno de los más difíciles. Estaba descolocada y pensaba “¿Dónde me he metido?” Muchas veces caigo en el error de pensar en negativo y no darme cuenta de lo afortunada que soy por tener oportunidades como esta. Decidí cambiar el “chip”: aunque tuviese que estar un día sin ducharme, andando bajo el sol, durmiendo codo con codo con las que me rodeaban, que importaba si tenía la suerte de poder acercarme más al Señor, de poder caminar junto a Él, de poder estar con Él.

El día siguiente nos pusimos rumbo a Roma, donde nos íbamos a quedar durante el resto de la peregrinación. Fuimos acogidos en un colegio de Maristas. Nuestra primera gran visita en Roma fue al Vaticano. Al entrar en la Plaza de San Pedro ya estaba nerviosa, y al entrar en la basílica quedé impresionada. Los sacerdotes nos guiaron en grupos tras celebrar en ella la Eucaristía. Me resultó especialmente emotivo cuando llegamos a la tumba de San Juan Pablo II. Quizás porque Él fue el Papa de mi infancia.

Como toda peregrinación a Roma, durante los siguientes días visitamos las otras tres basílicas que, junto a la basílica de San Pedro en el Vaticano, conforman las cuatro basílicas mayores. Estas son San Pablo Extramuros, construida sobre la tumba de San Pablo, San Juan de Letrán, catedral del Papa, y Santa María la Mayor, dedicada a la Virgen María.

Asimismo, tuvimos la oportunidad de visitar otras iglesias, como por ejemplo la iglesia del Gesù donde se encuentran las capillas de San Ignacio de Loyola y de San Francisco Javier. Además, estuvimos en la Fontana de Trevi, el Panteón, el Coliseo, la Piazza Navona y la Piazza di Spagna, entre otros lugares emblemáticos de Roma. Visitamos también el Trastevere, un barrio muy bonito de Roma, y por supuesto degustamos el delicioso gelato italiano!

También visitamos los Muesos Saticanos y la impresionante Capilla Sixtina, y estuvimos en San Francisco de Asís. Allí aprendimos acerca de la humildad y sacrificio de San Francisco de Asís y Santa Clara. Además, visitamos la Escalera Santa. Deben ser subidas de rodillas, y fue una oportunidad única para acercarse a Jesús y rezar.

Por último, el domingo acudimos a la Plaza de San Pedro para el encuentro con el Papa en el Ángelus dominical. Llegamos pronto, pero las horas de espera para ver al Papa se me hicieron cortas. Rezamos y estuvimos cantando sin parar. Fue increíble; miraba a mi alrededor y solo veía felicidad. Éramos verdaderos testigos de la alegría, como nuestros pañuelos decían. Salió el Papa, rezamos con Él, y al final nos saludó. Sigo sin encontrar las palabras para describir lo que sentía en esos momentos, sólo sé que era feliz de verdad.

Creo que durante la peregrinación, tuvimos la suerte de estar rodeados de personas muy entregadas a acercarnos a Él: las consagradas, las monjas, el obispo, los sacerdotes, los seminaristas y todos los monitores. En primer lugar, se nos despertaba todas las mañanas rezando el Ángelus. También rezábamos Laudes por las mañanas, el Rosario por la tarde, y Completas antes de acostarnos. Celebrábamos la Eucaristía todos los días, y en lugares tan privilegiados como lo es la basílica de San Pedro en el Vaticano.

Además, tuvimos la suerte de escuchar catequesis todos los días. Trataban sobre temas diferentes, como el significado de una peregrinación, la conversión, la vocación y un noviazgo cristiano, entre otros. Recuerdo con especial cariño aquella que nos hablaba de la Virgen María. Tras cada catequesis nos reuníamos en pequeños grupos para reflexionar, y en ésta en especial, recuerdo que comentábamos acerca de la Virgen como madre nuestra, presente en nuestro día a día y sobre todo cuando más la necesitamos.

Lo cierto es que rezamos mucho a lo largo de la peregrinación, pero era disfrutar mucho porque me mantenía cerca del Señor, desde que me despertaba hasta que me acostaba. ¡No se hacía pesado, y al final incluso sobraban voluntarios para rezar el Rosario! Cantábamos siempre, hacíamos juegos, gastábamos bromas por las noches… En verdad, creo que todos disfrutamos mucho.

Me siento muy afortunada y sobre todo agradecida, porque cuando uno llega a casa sintiendo tanta felicidad y paz, solo queda dar las gracias: gracias a Dios y gracias a todos los que habéis hecho que esta peregrinación haya sido tan especial.
Janna Jiménez Jaso

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