«Llegar hasta Javier es recibir el espíritu de San Francisco Javier»

Homilía ofrecida por don Florencio Roselló en la segunda Javierada, celebrada el pasado 16 de marzo de 2024, en Javier.

 

Queridos peregrinos de nuestra diócesis de Pamplona y Tudela, los llegados también de diócesis vecinas, lejanas, hermanas y amigas, sed bienvenidos. Sentíos en casa. Javier es vuestra casa. Os acogemos para lo que necesitéis. Os abrazo a cada uno individualmente en nombre de esta Iglesia que peregrina en Navarra.

¡Qué tiene Javier que después del domingo pasado nos encontramos otra vez aquí! y ¡mucha más gente que la primera vez!.¡Sigo impresionado en mi primera Javierada!

¡Peregrinos! ¡estáis pisando tierra sagrada!, tierra de santos. San Francisco Javier pisó estas tierras, nació aquí, un 7 de abril de 1506. También aquí nació a la fe, en la pila bautismal que está en esa parroquia detrás de nosotros. Aquí Javier encontró sentido a su vida y se acercó a Dios. Que este sentimiento de fuego, de fuerza, de pisar lugar y tierra especial me haga. me deje huella. Es San Francisco Javier quien me cautiva, quien me convoca. No todos días pisamos tierra sagrada. No todos los días pisamos tierra de santos.

Venimos peregrinando a Javier, pero no para quedarnos en Javier. Javier es el punto de partida para nuestra vida. Llegar hasta Javier es recibir el espíritu de San Francisco Javier. Peregrinar a Javier es encontrarse con el Señor que nos dice, ¡mira a San Francisco de Javier!, ¡mira su vida! Llegar a Javier es recibir el espíritu misionero. Es construir iglesia en salida. Llegar a Javier es abrir los ojos y preguntarse ¿qué quiere Dios de mí?, como lo hizo S. Francisco Javier. Pero, sobre todo, llegar a Javier es estar dispuesto a dar la vida por los necesitados como la dio San Francisco Javier. Por eso el castillo de Javier nunca es un punto final, sino un punto de partida. De aquí salimos renovados y desde aquí comenzamos una nueva vida “tocados” por el espíritu de Javier.

El evangelio que hemos leído nos provoca, nos confronta, nos golpea, cuando nos dice “si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo, pero si muere da mucho fruto”. La provocación viene porque se nos pregunta ¿mueres por el hermano? ¿das tu vida por tu hermano? No se puede engendrar vida sin dar vida. Mi vida tiene sentido si la entrego por los demás. No pudo permanecer indiferente ante el dolor, ante la injusticia, ante la marginación, ante la falta de vida. Porque Jesús no vino a juzgar, sino a dar vida, no vino a castigar sino a perdonar. Eso hizo Francisco Javier. Renunció a esta vida, a vivir en el castillo de Javier. Renunció a todas las comodidades y seguridades que este entorno, este espacio le proporcionaba, renunció a un futuro de nobleza, se puso en manos de Dios y entregó su vida. Se lanzó mar adentro, para llegar hasta las misiones, ¿cuál era su objetivo?, dar vida, para que los pobres de las misiones de Japón, de la India, tuvieran vida. Y una vida abundante, digna y humana. No solo a nivel de fe, sino a nivel global: humano, educativo, sanitario, sociológico. Evangelizar es llegar a todas las necesidades de la persona, especialmente de los pobres y vulnerables.

Hoy San Francisco Javier nos está pidiendo que “demos vida”, que renunciemos a nuestras seguridades, a nuestro círculo de confort para hacemos pequeños, sencillos, humildes. Estamos en las puertas de la Semana Santa y el Jueves Santo se nos invita a dar vida, a ponernos al servicio de los otros, especialmente de los pequeños. Dar vida supone lavar los pies, ponerse a su servicio. Dar vida me lleva a inclinarme ante los pobres, mirarles a la cara, lavarles los pies, besárselos y decirles ¡Dios te quiere!

Levanta la vista, hay que dejar de mirarnos el ombligo, dejar de contemplar nuestras bondades y conquistas, y mirar a nuestro alrededor. Mirar al suelo, a la calle, mirar el barro de la vida, que es el lugar de muchas personas muertas, de muchas personas heridas y solas, que necesitan vida. Y entregar nuestra vida por ellos, desde la solidaridad, desde la fraternidad, desde la justicia social.

Dar vida es mirar el rostro del pobre, del inmigrante, del enfermo, del que ha salido de la cárcel, y que no encuentra vida en la sociedad, no le dejamos sitio…porque está muerto en vida. Ahí Cristo nos está llamando a morir. Este hermano necesita que le regale tiempo, ternura, conversación, orientación, acompañamiento. Necesita una palabra, un abrazo que le devuelva vida que le dignifique como persona. Y esta gente no siempre encuentra un sitio en nuestra sociedad, y a veces tampoco en nuestra Iglesia.

Esta tarde vamos a volver a nuestros lugares de origen, a nuestras casas, pueblos y ciudades. San Francisco Javier nos envía a salir, a vivir nuestra fe, nuestra espiritualidad en la calle, y nos invita a dar vida, a ponernos a los pies de tantos rostros de Cristo que necesitan vida. ¡Tú eres vida para ellos!

Y creedme, aunque parezca mentira, morir por el otro me transmite alegría, me ayuda a estar en paz conmigo y con Dios. Estoy convencido de hacer lo que Dios quiere y espera de mí. Antes de mi nombramiento como obispo he tenido el privilegio de morir, de entregarme por los descartados de la vida, como son los presos, y he sentido la alegría de vivir el evangelio en primera persona. He sido feliz viviendo mi fe con los presos y sus familias, porque en ellos cada día encontraba a Jesús. He recibido mucho más de ellos, que ellos de mí.

“Hay más alegría en dar que en recibir” (Hch. 20, 35). Experimentamos un sentimiento de felicidad cuando ayudamos, cuando hacemos feliz al otro. Me viene a la mente el Cristo crucificado de la capilla donde se bautizó San Francisco Javier. Me llamó la atención, que Jesús está sonriendo en la cruz. Clavado, sufriendo y sonriendo. ¿Cómo puede sonreír ante tanto dolor? Porque hay más alegría en dar que en recibir. Cuando vi a Cristo en la cruz sonriendo se me iluminó la mente y pensé, aquí está la clave de la entrega, cuando uno se entrega por el otro, cuando ayudamos a salir al pobre, al necesitado, nos produce alegría, sonreímos, somos felices.

El Cristo de Javier merece una foto y colgarla en nuestra habitación y cuando me canse, cuando no encuentre sentido a mi vida, vuelva la mirada a la foto del Cristo que sonríe y me pregunte, ¿cómo puede ser que te entregues tanto y además sonrías? Necesitamos cristianos que sonrían, que contagien ilusión y alegría. Que el sacrificio, la entrega, no está enfrentado con la alegría, con la sonrisa, con ser felices. El Papa Francisco en más de una ocasión nos dice que parece que tenemos cara de Cuaresma, es decir, seria, y nos falta cara de Pascua, de sonrisa, de felicidad, que es lo que provoca morir por el otro, ayudar al otro, como sonríe el Cristo de Javier.

Hoy en nuestra sociedad hay muchos caídos, que no tienen vida, que les falta ilusión y necesitan una Iglesia misionera, en salida Hoy, nosotros, movidos por el espíritu de San Francisco Javier, hemos venido a tierra sagrada, nos comprometemos a morir para que tengan vida. Volvamos a nuestros lugares de origen renovados por el espíritu de Javier. Que nos entreguemos por el otro y sonriamos de felicidad por hacer felices a los hermanos necesitados, como lo hizo San Francisco Javier.

Que Dios os bendiga y San Francisco Javier os acompañe

+ Florencio Roselló
Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela

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