El amor y la misericordia son fruto de la santidad

1.- La experiencia de fe es como una luz que nos conduce en medio de la noche. Es la luz que nos lleva a vivir la santidad en medio de la noche oscura por la que pasa el ser humano. Es lo que ha ocurrido con la beatificación de estos que hoy recordamos y con ellos hay muchos más que dieron la vida en medio de las tormentas del odio y la guerra. En la guerra todos pierden y nadie gana pues el odio eclipsa al amor entre hermanos. Por ello siempre hemos de rogar a Dios que nos una en el amor y la fraternidad pues sólo desde aquí se puede construir una sociedad nueva. Sin la fe y el amor, los santos hubieran sido mediocres y tibios, pero la experiencia sobrenatural que ellos tenían les llevaba a ser signos vivos de la luz que es Cristo. En la Iglesia y diría también que en la sociedad los santos de hornacina, como los santos anónimos, han sido reflejo de una estela de luz que ellos llevaron con valentía y su luz sigue resplandeciendo a través de los siglos. Pensemos en San Saturnino, al que festejábamos últimamente en Pamplona y en todos los beatos.

La estela de su luz, de unos y de otros, sigue presente entre nosotros, porque se apoyaron sólo en Dios y aunque tuvieron que sufrir el martirio nada les importó tanto como ser fieles a su fe en Cristo. Celebramos en la Catedral de Pamplona el gozo de tener entre nosotros a estos beatos y con ellos a tantos que si no han sido beatificados formalmente han sabido gustar, con su vida, el amor a Dios y al prójimo perdonando. Ellos nos enseñan a vivir el ‘pacto de misericordia’ que Cristo mostró en la Cruz. Más allá de todo sólo el amor y la misericordia vencerán, porque Cristo nos lo ha mostrado y nos lo ha proporcionado como medio seguro de santidad. Fue el Papa Juan Pablo II quien nos recordaba con motivo del año jubilar, el año 2000, que el sentido del perdón es lo más noble que existe en la vida del cristiano, y ya no sólo por lo que supone personalmente, pues hemos de purificarnos de nuestros pecados a través del sacramento de la penitencia, sino “también para toda la Iglesia, que ha querido recordar las infidelidades con las cuales tantos hijos suyos, a los largo de la historia, han ensombrecido su rostro de Esposa de Cristo”. Los santos son ejemplo de saber pedir perdón para sí y para los demás. De ellos hemos de aprender desde la humildad a reconocer que somos frágiles y débiles.

2.- Hoy iniciamos el tiempo de Adviento, que es momento de mirar con esperanza este presente que nos toca vivir, sabiendo que lo que se realizará en el futuro será aquello que hemos construido en el hoy y ahora. La venida de Cristo es señal de esperanza gozosa. No ha venido a pasearse entre nosotros, como si de un ambulante se tratara, sino a darnos la certeza que la vida eterna es la vida que nos pertenece porque él la ha conquistado en nuestro favor. Construir un presente sin esperanza, es construir un futuro vacío. Es como secuestrar a Dios. Los intentos del materialismo y de la superficialidad crean un ambiente inconsistente, sin raíces y sin una fuerza que lo sostenga. El Papa Benedicto XVI acaba de publicar su segunda Encíclica que lleva por título ‘la esperanza que salva’. El Adviento nos ayudará para reflexionar, meditar y ahondar en este punto fundamental de la vida cristiana.

Los santos han dado brillo a su vida porque eran personas que ponían más esperanza en Dios que en las realidades terrenas y humanas; y si tenían que dar la vida no lo consideraban tan importante como el ser fieles a Dios. Sólo la luz de la fe les hacía ver todo lo que les rodeaba en su justa medida. Y cuando aceptaban el evangelio no lo miraban “como una comunicación de cosas que se pueden saber, sino una comunicación que comporta hechos y cambia la vida… quien tiene esperanza vive de otra manera; se le ha dado una vida nueva” ( Benedicto XVI, Spe salvi, nº 3).

3.- En esta Iglesia que es santa y pecadora, que se santifica y se purifica, pongamos la mirada en Cristo que es el único Salvador del género humano. Hagamos del Adviento un tiempo de purificación y de conversión para que al llegar la Navidad el Niño Dios pueda habitar en nosotros y entre nosotros. Hagamos de este Adviento un tiempo de paz para que perdonemos de corazón a quienes hayamos ofendido. Hagamos de este Adviento un momento de petición a Dios para que desaparezca cuanto antes la violencia y el terrorismo que tanto daño está provocando en nuestra sociedad y roguemos al Señor para que el corazón de los que lo propician se convierta. Hagamos de este Adviento un canto de alabanza permanente al que viene en el nombre del Señor. Que la Virgen María sea nuestra maestra y guía en este tiempo de Adviento y con ella todos los santos. Amén.

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