SAN SATURNINO, PATRONO DE PAMPLONA (29/11/2013)

Seguramente al pasar hoy una vez más sobre el brocal del “pocico de San Cernín” hemos recordado todo lo que significa. La tradición del pueblo de Pamplona fue trasmitiendo de generación en generación lo que está escrito en la cubierta que lo cierra: “Aquí está el pozo con cuya agua según tradición bautizó San Saturnino a los primeros cristianos en esta ciudad”. Con el bautismo de San Fermín y familia se inauguró esta singular fuente bautismal. Después de este original bautizo vinieron muchos para recibirlo y la ciudad de Pamplona fue cristianizada. Cristo encontró un pueblo bien dispuesto para recibir la verdad de la fe.

Según las crónicas, el regalo del Evangelio, llegó a la ciudad de Pamplona por medio de San Saturnino en el siglo tercero. Bien que entendió lo que hemos escuchado en el evangelio de hoy: “El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo premiará” (Jn 12, 26). La devoción al santo creció sobre todo en los siglos X y XI de tal manera que una zona, un burgo, de la ciudad recibió su nombre. Después, la ciudad entera lo veneró como patrón. Nosotros hoy, en el siglo XXI, ¿queremos y deseamos seguir haciendo el camino de la fe que entonces se inició? Es una pregunta que hemos de formularnos muchas veces. La fe no pasa de moda, son las ideologías las que tienen caducidad. Basta mirar lo que ha sucedido durante veinte siglos en la historia de la humanidad.

Este año hemos recorrido una etapa llamada “el año de la fe”. Finalizó el pasado domingo, festividad de Cristo Rey. Lo había convocado el papa emérito Benedicto XVI, ante todo para “redescubrir el camino de la fe, para iluminar de manera cada vez más clara la alegría y el entusiasmo renovado del encuentro con Cristo” (PF 1) En segundo lugar propuso que este año sirviese para que la fe fortalecida y brillante en cada uno tuviese el impulso misionero para que cada uno la testimoniase en su ambiente y en el mundo entero. “Hoy es necesaria una conversión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas como están” (Papa Francisco). Por eso escuchando a San Pablo hemos de tener valor para predicar el Evangelio del Señor aunque haya oposiciones puesto que “se nos ha confiado el Evangelio, no para contentar a los hombres, sino a Dios, que aprueba nuestras intenciones” (Tes 2,6).

Precisamente esto es lo que recordamos al celebrar la fiesta de San Saturnino, patrono de Pamplona. Redescubrir y testimoniar la fe. Recordamos la siembra, el nacimiento, el crecimiento y afianzamiento de la fe en nuestra tierra por su predicación. Recordar las raíces es buscar nuestra identidad más genuina, es conocer nuestra genealogía de cristianos y profundizar en la entraña de nuestra fe. La planta encuentra en las raíces la misma esencia de su ser. Pasan los siglos, las generaciones, los cambios, pero las raíces siguen, en la base del árbol, aferradas para siendo bien cultivadas puedan dar abundantes flores y frutos. Multitud inmensa de personas han pasado ante el “pocico de San Cernin”, que sigue ahí recordando quiénes somos y de dónde venimos. También nos dice a dónde debemos ir.

En San Saturnino encontramos los mejores testimonios de vida evangélica que nos ayudan a ser buenos cristianos y también excelentes ciudadanos navarros. La antigua liturgia visigótica recuerda la importancia y categoría de la fe de nuestro santo patrón. Lo resume en estas concisas expresiones: “Era probo en su oficio, esforzado para el triunfo. Predicó la fe con su boca, selló la predicación con su sangre; doctor en el altar, vencedor para el reino, levantó a la gloria a quienes había dirigido por el camino de la salvación”. En los anales del reino de Navarra, se dice en escritos de finales del siglo XVII, que: “Pamplona con singular afecto y devoción, venera a San Saturnino por su patrono, y generalmente toda Navarra por su apóstol y primer padre de su fe, atribuyendo a su patrocinio tanto la docilidad blanda para recibirla como la firmeza constante en retenerla por tantos siglos”. En sintonía con el año de la fe nos invita hoy a esa docilidad y firmeza constante en mantener la fe viva en nuestros días y proyectarla por los siglos a todo el mundo.

2.- Testificar y proclamar la fe es el segundo propósito del año de la fe. San Saturnino además de ser testigo de la fe, él dejó tras de sí una estela de apóstoles misioneros valientes. El primero de todos fue su discípulo San Fermín. Ambos, mártires, nos dejan un ejemplo y son muchos seguidores que han peregrinado, al compás del tiempo, con su testimonio. También nosotros en nuestros días no debemos esconder el tesoro de la fe. Deseamos y queremos que todos participemos de la luz de la verdad. Una antigua oración medieval en esta iglesia de San Saturnino pide “el mérito de confesar la fe con fortaleza y la gracia de llegar felizmente a la fuente de la luz inagotable”.

En el mismo sentido sobreabunda la oración litúrgica de esta fiesta que dice: “Señor Jesucristo luz verdadera del mundo que por la predicación de San Saturnino, obispo y mártir, visitaste esta esclarecida ciudad de Pamplona, y la hermoseaste con los rayos luminosos de la fe, concede a tus hijos el mérito de confesar con fortaleza esa misma fe y la gracia de llegar felizmente a la fuente de tu luz inagotable”.

Roguemos a Jesucristo, por intercesión de San Saturnino, por todos los habitantes de Pamplona, para que entre todos hagamos una ciudad de paz, concordia, desarrollo y fe cristiana. Para que nos conservemos santificados en la verdad, firmes en la fidelidad al Evangelio y perfectos en la unidad para ser contados en la gloria de Cristo. Como rúbrica y en consonancia con todo esto, tengo la satisfacción de terminar con la primera línea de la recién estrenada Exhortación del papa Francisco al final de año de la fe. “La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús”.

 

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